Drowsy

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Inaudito.
Y más que inaudito, intolerable.

Mademoiselle Jazmín jamás había sufrido un recibimiento tan... ¡inexistente! ¿cómo osaban tratar así a la más afamada, aplaudida, admirada y grandiosa virtuosa del bel canto? O... bueno... llegaría a serlo, aunque eso era un detalle minúsculo e insignificante.



Con una exclamación de profundo disgusto, se alejó de lo que quedaba de sus carromatos destrozados, sin que viera ni una señal del resto de la troupe. ¿Y esos malditos desconsiderados? Volvió a fruncir los labios en una caprichosa mueca de enfurruñamiento. Inconcebible. Pensaba enviar una queja en toda regla al bobo conde que ejercía de mecenas en cuanto consiguiera poner sus bonitas piernas fuera de ese pueblucho.




¿Y ese gordinflón bigotudo que se disfrazaba de payaso... ese... como se llamara? Dulce Atenas, patrona de los artistas, no podría alejarse tanto con esas piernecillas cortas y gruesas como morcillas. Mademoiselle Jazmín reprimió un estremecimiento de repulsa mientras subía el empedrado hacia el pueblo. ¿Y ese niñito pelirrojo que se encargaba de entretener al vulgo con sus tontos jueguecitos de acrobacias? Lo había descubierto alguna vez mirando sus costosas joyas con ojillos soñadores. Lanzó otro femenino bufido. Todos estaban locos por ella, vamos, lo sabía. ¡Y quién no! Sólo la intromisión de esa rata de ojos pequeños y envidiosos, la acróbata, podría haber conseguido arrastrar lejos de los carros a todos los hombres que componían la troupe, explicándose así que nadie hubiera esperado o siquiera ayudado a la estrella del espectáculo.



Ultrajante.

Y además iba a estropearse los tacones. Esos tacones no estaban hechos para caminar, muchísimo menos sobre esa condenada piedra irregular. ¡Le habían costado una fortuna! Mentalmente comenzó a escribir ya los primeros versos al conde, imponiendo sus nuevas exigencias, y en primer lugar, estaba el despido fulgurante de la acróbata, o mejor, que se convirtiera en su doncella. Era imperdonable que una estrella como ella aún tuviera que doblar su propia ropa y ahuecar la almohada. El conde estaba miope, sin duda, para no darse cuenta de que maltrataba a su más reputada actriz. Ese circucho no era nada sin ella.



Era evidente que en el pueblo esperaban la llegada del grupo de circenses, y las festivas guirnaldas de luces se mezclaban con los escaparates decorados y los golosos pasteles y helados dispuestos a tentar el vaivén de los presentes. Y hasta ahí todo estaba correcto, en verdad el pueblo no tenía nada que lo diferenciara de todos en los que había acabado con la troupe para hacer sus comedias, salvo que... no había nadie. Ni un alma. Y sin embargo, pareciera que acabaran de colocar las luces y el reloj de la torre marcaba puntualmente el tiempo. Olía a deliciosa bollería y nubes de azúcar. Era como si los habitantes estuvieran escondidos tras una puerta esperando que llegara el invitado sorpre... ¡Ooooh...! Mademoiselle Jazmín arqueó una de sus depiladas cejas. Adquirió su porte habitual, altivo y superior, al alcanzar las primeras tiendas.


- Aló? Mon coeur, ya os he descubierto. Nada escapa al sagaz ojo de Mademoiselle Jazmín. Podéis salir de vuestros escondites.


Tan sólo el viento replicó a sus palabras, y Mademoiselle volvió a arrugar su frente con enojo. No era suficiente con abandonarla entre la peligrosa madera partida tras un accidente de carromato, que ni siquiera habían avisado a alguien o... cielos, inmovilizado a toda esa mediocre aldea costera.
¡No merecía menos, desde luego!


Dejó escapar un pesadísimo suspiro cuando por fin ascendió toda la carretera y el irresistible olor de café recién hecho y pan caliente se coló en su garganta. Con la única presencia de un gato que la contemplaba fijamente, Mademoiselle Jazmín se acercó a la barra del local, sin darle la mayor importancia a que su taza ya estuviera servida y caliente frente a ella. Tomó asiento y reparó en una nota bajo el platillo. Entrecerró los ojos, recelosa, al reconocer la pequeña y cuidada letra de su tan odiada acróbata.

"Vuestra excelencia tiene comida, bebida y abrigo suficiente para toda una vida. Sabemos que Mademoiselle esconde bollos en una caja bajo su cama, de modo que hay un amplio surtido de pasteles y chocolate para satisfacer el vicio oculto. Su Honorable tiene a su entera disposición todo este lugar para su uso y disfrute, donde nadie interrumpirá sus insoportables entrenamientos de voz. Nadie utilizará el vaso que su Ilustrísima insiste en adjudicarse como suyo. Nadie cometerá el imperdonable error de dirigir su mirada accidentalmente hacia ella, provocando así su irritación porque Mademoiselle se sienta "excesivamente contemplada".
Hemos levantado este pueblo con amor y esmero. Todo el amor y el esmero que nos provoca saber que no volveremos a verla.


Que Dios te acompañe, Mademoiselle, pues nadie más lo hará.

Se despide atentamente, la Troupe del Titán, en su desolador luto por la pérdida de su más gloriosa protagonista.

Nota: Renuncia al intento de salir de aquí. Su localización está a demasiados kilómetros de cualquier otro lugar, perecerías por el camino. Aunque confío en que fiel a tus antojos, no nos hagas caso."




Mademoiselle Jazmín, hija de padre desconocido y madre adicta al opio. Mademoiselle Jazmín, que todo el francés que conocía lo había aprendido al trabajar planchando pañuelos en un burdel junto al río. Mademoiselle Jazmín, que no sabía realizar un acorde sobreagudo sin desafinar ruidosa y fúnebremente, se desmayó al comprender que su más ambicioso deseo, era ahora su tumba.






Sim: Drowsy
Outfit: Katat0nik
Sombrero: Indyra Originals
Tatuaje: Para Designs

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