Imagine Plus Space

|






*Homo homini...












... lupus est.*














Sim: Imagine Plus Space






*El hombre es un lobo para el hombre.

Chilling Ready

|


¡Cómo te pareces al agua, alma!

¡Cómo te pareces al viento, destino!

(palabras de Johann Wolfgang von Goethe)



Drowsy

|


Inaudito.
Y más que inaudito, intolerable.

Mademoiselle Jazmín jamás había sufrido un recibimiento tan... ¡inexistente! ¿cómo osaban tratar así a la más afamada, aplaudida, admirada y grandiosa virtuosa del bel canto? O... bueno... llegaría a serlo, aunque eso era un detalle minúsculo e insignificante.



Con una exclamación de profundo disgusto, se alejó de lo que quedaba de sus carromatos destrozados, sin que viera ni una señal del resto de la troupe. ¿Y esos malditos desconsiderados? Volvió a fruncir los labios en una caprichosa mueca de enfurruñamiento. Inconcebible. Pensaba enviar una queja en toda regla al bobo conde que ejercía de mecenas en cuanto consiguiera poner sus bonitas piernas fuera de ese pueblucho.




¿Y ese gordinflón bigotudo que se disfrazaba de payaso... ese... como se llamara? Dulce Atenas, patrona de los artistas, no podría alejarse tanto con esas piernecillas cortas y gruesas como morcillas. Mademoiselle Jazmín reprimió un estremecimiento de repulsa mientras subía el empedrado hacia el pueblo. ¿Y ese niñito pelirrojo que se encargaba de entretener al vulgo con sus tontos jueguecitos de acrobacias? Lo había descubierto alguna vez mirando sus costosas joyas con ojillos soñadores. Lanzó otro femenino bufido. Todos estaban locos por ella, vamos, lo sabía. ¡Y quién no! Sólo la intromisión de esa rata de ojos pequeños y envidiosos, la acróbata, podría haber conseguido arrastrar lejos de los carros a todos los hombres que componían la troupe, explicándose así que nadie hubiera esperado o siquiera ayudado a la estrella del espectáculo.



Ultrajante.

Y además iba a estropearse los tacones. Esos tacones no estaban hechos para caminar, muchísimo menos sobre esa condenada piedra irregular. ¡Le habían costado una fortuna! Mentalmente comenzó a escribir ya los primeros versos al conde, imponiendo sus nuevas exigencias, y en primer lugar, estaba el despido fulgurante de la acróbata, o mejor, que se convirtiera en su doncella. Era imperdonable que una estrella como ella aún tuviera que doblar su propia ropa y ahuecar la almohada. El conde estaba miope, sin duda, para no darse cuenta de que maltrataba a su más reputada actriz. Ese circucho no era nada sin ella.



Era evidente que en el pueblo esperaban la llegada del grupo de circenses, y las festivas guirnaldas de luces se mezclaban con los escaparates decorados y los golosos pasteles y helados dispuestos a tentar el vaivén de los presentes. Y hasta ahí todo estaba correcto, en verdad el pueblo no tenía nada que lo diferenciara de todos en los que había acabado con la troupe para hacer sus comedias, salvo que... no había nadie. Ni un alma. Y sin embargo, pareciera que acabaran de colocar las luces y el reloj de la torre marcaba puntualmente el tiempo. Olía a deliciosa bollería y nubes de azúcar. Era como si los habitantes estuvieran escondidos tras una puerta esperando que llegara el invitado sorpre... ¡Ooooh...! Mademoiselle Jazmín arqueó una de sus depiladas cejas. Adquirió su porte habitual, altivo y superior, al alcanzar las primeras tiendas.


- Aló? Mon coeur, ya os he descubierto. Nada escapa al sagaz ojo de Mademoiselle Jazmín. Podéis salir de vuestros escondites.


Tan sólo el viento replicó a sus palabras, y Mademoiselle volvió a arrugar su frente con enojo. No era suficiente con abandonarla entre la peligrosa madera partida tras un accidente de carromato, que ni siquiera habían avisado a alguien o... cielos, inmovilizado a toda esa mediocre aldea costera.
¡No merecía menos, desde luego!


Dejó escapar un pesadísimo suspiro cuando por fin ascendió toda la carretera y el irresistible olor de café recién hecho y pan caliente se coló en su garganta. Con la única presencia de un gato que la contemplaba fijamente, Mademoiselle Jazmín se acercó a la barra del local, sin darle la mayor importancia a que su taza ya estuviera servida y caliente frente a ella. Tomó asiento y reparó en una nota bajo el platillo. Entrecerró los ojos, recelosa, al reconocer la pequeña y cuidada letra de su tan odiada acróbata.

"Vuestra excelencia tiene comida, bebida y abrigo suficiente para toda una vida. Sabemos que Mademoiselle esconde bollos en una caja bajo su cama, de modo que hay un amplio surtido de pasteles y chocolate para satisfacer el vicio oculto. Su Honorable tiene a su entera disposición todo este lugar para su uso y disfrute, donde nadie interrumpirá sus insoportables entrenamientos de voz. Nadie utilizará el vaso que su Ilustrísima insiste en adjudicarse como suyo. Nadie cometerá el imperdonable error de dirigir su mirada accidentalmente hacia ella, provocando así su irritación porque Mademoiselle se sienta "excesivamente contemplada".
Hemos levantado este pueblo con amor y esmero. Todo el amor y el esmero que nos provoca saber que no volveremos a verla.


Que Dios te acompañe, Mademoiselle, pues nadie más lo hará.

Se despide atentamente, la Troupe del Titán, en su desolador luto por la pérdida de su más gloriosa protagonista.

Nota: Renuncia al intento de salir de aquí. Su localización está a demasiados kilómetros de cualquier otro lugar, perecerías por el camino. Aunque confío en que fiel a tus antojos, no nos hagas caso."




Mademoiselle Jazmín, hija de padre desconocido y madre adicta al opio. Mademoiselle Jazmín, que todo el francés que conocía lo había aprendido al trabajar planchando pañuelos en un burdel junto al río. Mademoiselle Jazmín, que no sabía realizar un acorde sobreagudo sin desafinar ruidosa y fúnebremente, se desmayó al comprender que su más ambicioso deseo, era ahora su tumba.






Sim: Drowsy
Outfit: Katat0nik
Sombrero: Indyra Originals
Tatuaje: Para Designs

Wolf Hills

|
Iluso. Soñador. Tonto. Ingenuo. Fatuo. Majadero. Cazador de quimeras. Perdedor.



Todos los insultos que había oído a lo largo de su vida, cada mirada compasiva y despreciativa que había recibido, todo ello, le ayudaba a mantenerse en pie frente a la ventisca y continuar cruzando pesadamente el páramo nevado, alimentándose de la falta de confianza que los demás siempre le habían mostrado. Reciclaba toda esa energía negativa en su propia convicción, cuanto más dudaban de él, más seguro se sentía. Bien valían la pena algunos dedos congelados en los pies si lograba terminar, por fin, con el invierno perpetuo que asolaba el mundo desde hacía casi un lustro.


Más o menos el mismo tiempo que él llevaba buscando la respuesta.
Nada sucede sin una razón, y por mucho que le costara explicarlo, sabía que estaba en el camino correcto. En los dos últimos días, aunque estuviera más cerca de su límite físico, intuía que había cruzado la frontera de lo inexplicable. Todo su ser sentía que por fin había llegado, de modo que no puede decirse que fuera una sorpresa cuando por fin la vio.



Aún más hermosa de lo que cabiera imaginar, sus cabellos intensamente negros envolvían el óvalo de su rostro de piel blanca y satinada, que brillaba aún más ante el contraste con el vestido de plata. Por un momento, un fugaz y débil momento, se le antojó la estúpida idea de no ser digno de colocarse frente a ella. Los cuentos, las leyendas y las cancioncillas infantiles se agolparon en su mente, y mientras la contemplaba enmudecido, con su rostro cubierto de barba congelada y la nariz enrojecida a causa del frío, sus labios citaban las estrofas sin sonido.



"... y sus ojos no son como el mar
ni el río fluyendo
no son del color del fuego
ni de la hoja en el suelo,
sus ojos no son de hielo
ni de la hiedra ni el heno
sus ojos son como auroras
que danzan y alumbran el cielo."




Sentada en su sitial, la mirada perdida al frente, no parecía darse cuenta de su presencia, y el joven buscador abandonó la frágil cortina de ramas cubiertas de afilados puñales de hielo. Subió los escalones sin dejar de mirarla, y una vez frente a ella, hincó la rodilla en el suelo con torpeza, el corazón latiéndole desaforadamente en su pecho.

- Mi... señora... -Murmuró, y su voz grave y ronca sonó sumamente desconocida a sus oídos, ya que hacía demasiadas lunas que no hablaba con nadie, y su garganta parecía haberse acostumbrado a la mudez. No sabía qué se esperaba de alguien que estaba frente a la Dama de Nieve, y con una mezcla de temor, esperanza y admiración, elevó los ojos de nuevo hacia ella, para volver a contemplar la luz que bailaba en su interior. - Señora... - Murmuró una vez más, al percibir que la mujer parecía una estatua, aún contemplando sin ver su reino de hielo.
Poco a poco, esos ojos se deslizaron sobre él, y contuvo el aliento ante su dolorosa belleza.




- ¿Quién ha cruzado mis fronteras? ¿Qué quieres de mí?

El joven parpadeó, pues su voz...
"... no era como el cristal
ni tampoco como el trueno.
No era como un cascabel,
ni silbaba como el viento.
Era huellas en la nieve y el crepitar del fuego.
Era el canto de un jilguero y el suspiro de un anhelo."

Se enderezó, sacudiéndose con ligera turbación la nieve de sus largos y despeinados cabellos, y dio un paso hacia ella.



- Soy... - Sí. ¿Quién era? Hacía tanto tiempo que no decía su nombre que no lograba recordarlo. - No importa quién soy, mi Señora. He cruzado desiertos helados y montañas nevadas para encontraros y ped... suplicaros que acabéis con el castigo que nos habéis impuesto. - Una vez dicho, sintió que los sentimientos que le llevaron a lanzarse en su arriesgada búsqueda volvían con igual intensidad, y dio otro paso hacia ella. - Los campos se han convertido en cementerios yermos. Las flores deshojadas no han vuelto a crecer, los animales huyen o mueren en busca de su propia supervivencia.
Os lo ruego... devolvednos la primavera.




La Dama de Nieve le contempló, y supo que ahora estaba viéndole. Parecía desconcertada y tomando aire, se levantó de su trono para dirigirse al comienzo de las escaleras de su templo, donde volvió a vagar su mirada.

- La primavera... - Pronunció como el que menciona a un ser querido. Luego se giró hacia el muchacho. - Mi.. Él... murió.



Y entonces, comenzó a contarle la historia más increíble y sorprendente que nadie jamás ha vuelto a escuchar, ni habían escuchado antes que él. Cómo se habían enamorado la Dama de la Nieve y el Señor de los Veranos, mucho antes de que el mundo fuese mundo. Cómo sus encuentros daban forma a las estaciones, dado que su amor estaba condenado desde el principio a ser sólo temporal, frágil y peligroso. Un beso entre ambos podía causar el otoño, un poco más de pasión derretía la nieve, y las manos del Señor del Verano eran cálidas y fogosas como el sol al tocar la fría piel de la Dama. Y así, midiendo sus gestos de amor, sus encuentros breves y siempre cuidadosos, habían cruzado eones de tiempo mientras el mundo se adaptaba a sus ciclos, desconociendo por completo que la causa de esos cambios obedecían al amor imposible de ambos. Hasta que...



- ... no sé... cómo sucedió. -La Dama de Nieve volvió a su sitial, sin mirar hacia el hombre que no se había movido desde que comenzara su asombrosa historia. - Sólo quería darle un beso, uno más... me dejé llevar y... mis manos... él me abrazó y... nunca... nunca habíamos permitido que... -Las palabras salían como susurros de sus labios, y algo brilló en su lagrimal antes de deslizarse por la mejilla. El joven, que hasta el momento apenas respiraba, demasiado abrumado por la historia, dio dos largas zancadas hacia ella, horrorizado de ver su belleza manchada por el llanto, y retiró con la mano las lágrimas de hielo, estupefacto al ver en su palma los hermosos cristales transparentes. Y de pronto, sintió un dolor lacerante y profundo, que le hizo sisear y soltar las lágrimas con brusquedad abriendo la mano, observando con incredulidad la quemazón en su piel. Alzó los ojos hacia ella, lleno de interrogantes, y entonces comprendió incluso antes de que ella respondiera, y recordó la última sequía, inesperada y brusca, tan dañina como este invierno perpetuo, pero que cesó de pronto, dando lugar a las nieves y el frío.


- El hielo quema más que el fuego. - Era una confesión herida, resignada, espantada de sí misma. - Ahora nadie templa mi frío. Nadie entibia mis labios, nadie convierte en verano mis inviernos.



El joven sintió que se le rompía el corazón de pena. Compartió la maldición, la soledad y el dolor que embargaban a la Dama de Nieve, y lejos de culparla, sólo le sobrevino una idea con tanta certidumbre y fe como la que le llevó a vagar en busca de sus respuestas.

Se inclinó hacia ella, lentamente, para no asustarla.

- Entonces, yo también arderé con vos si así cumplo mi destino.

Y acercó sus labios agrietados y cálidos a los de mujer, mientras se veía reflejado en su mirada...



"... y sus ojos no son como el mar
ni el río fluyendo
no son del color del fuego
ni de la hoja en el suelo,
sus ojos no son de hielo
ni de la hiedra ni el heno
sus ojos son como auroras
que danzan y alumbran el cielo."




Sim: Wolf Hills - The Four Celtic Seasons

Emvee Cuba

|
Bajo Fondo Tango Club - Perfume




Perseguiré
Los rastros de este afán
Como busca el agua a la sed...
... la estela de tu perfume.









Me atravesó
Tu suave vendaval
Rumbo a tu recuerdo seguí...
... la senda de tu perfume.









No hay soledad
Que aguante el envión
El impulso antiguo y sutil
Del eco de tu perfume...






Regresarás.



Sim: Metaversatility - Emvee Cuba

Xeniversity

|
"Descubrí que la búsqueda puede ser tan interesante como el encuentro."
(palabras de Paulo Coelho)



Sim: Xeniversity

Templum Ex Obscurum

|
"Qué criaturas tan extrañas sois.



No puedo comprenderos. Forzada a existir entre la imaginación y el sueño, desterrada a darle sentido a mi vida en una leyenda... Tan sólo porque no queréis ver.
¡Hay tanto que podríamos hacer! Pero los seres feéricos no podemos caminar libremente por vuestras calles. No hay espacio para nosotros. Y aquellos pobres desdichados que aún conservan la capacidad de ver, son encerrados en jaulas de hierro y hormigón sin que entendáis, a fin de cuentas, que sois vosotros los locos... al otro lado del muro.




De nada sirven los intentos, las migas de pan, las pistas que una y otra vez, incansablemente cada día, uno de los míos pone en vuestro camino.

Como si pudiérais echar una cortina sobre la realidad, insistís en girar el rostro, en poner ridículas etiquetas a lo que no podéis darle una de vuestras repetitivas respuestas racionales.

Sois tan extraños.






Os enfrascáis hasta el desfallecimiento en la búsqueda de esas respuestas, cuando ni siquiera tenéis bien formuladas las preguntas.
¿Qué sentido tiene eso?




Pues os diré algo que en vuestro aislamiento evolutivo no os gusta escuchar: somos átomos de luz, no menos que los árboles ni más que las estrellas.

Personalmente, estoy cansada de intentarlo. Pero tenéis suerte, hay pocos como yo. La mayoría aún tienen fe en recuperar la Gran Era, aquella en la que seres de todos los elementos convivíamos. No era fácil, nunca lo es. Pero al menos, yo no debía vivir así, envuelta en magia continuamente para no dejarme ver, que vuestros ciegos ojos asocien que la rama la ha movido el pájaro que vuela, que si la delicada taza de porcelana no se ha caído al resbalar de las manos es por vuestros agudos y ágiles reflejos. ¿Merece la pena ese esfuerzo? Cuidaros, protegeros de vosotros mismos, deslizarse por la vida con un futuro incierto, esperando el día que vuestros sentidos... sientan.
Suena absurdo, supongo, a vuestros oídos.






Oídos que lo han oído todo, mentes que lo sabéis todo, que lo experimentáis todo, que sufrís tanto y por tan poco, incapaces de apreciar que la heroicidad de la vida está en atreverse.
¿Tú, sí, tú, a qué te has atrevido hoy?
Yo te lo diré... A nada.
Perdonas errores imperdonables. Olvidas a personas inolvidables.
Eres amado pero no sabes amar.
¿Por qué mi vida importa menos que las vuestras? He dejado de entenderlo. Morimos por preservar vuestro derecho de elección: ver o no ver. Un derecho que negáis, despreciáis, os obstináis en pisotear una y otra vez. No lo comprendo.
Es tan fácil, y vosotros tan extraños.




Tal vez es tarde ya para mí. Dice mi pueblo que dejar de creer es dejar de vivir. No he dicho morir. No voy a morir. Tampoco comprendes la diferencia, pero no me sorprende.
Vosotros pasáis por la vida.

¿No lo crees? Te desafío. Demuéstrame que estoy equivocada.





Ven.
Ven a mi mundo.

Sólo cierra los ojos... y mira."








Sim: Templum Ex Obscurum
Pelo: MADesigns
Skin: [the oBscene]
Vestido con alas: Evie's Closet
Botines: In Her Shoes

Stumbleine

|








Ya no tengo brújula
Estoy abrazada al aire
¿Dónde se rompen los latidos? ¿Con qué se desprende este último pedazo de sueño?
Y la casa amarrada a un árbol,
amarrada al viento.
Las hojas y el suave susurro arrastrando la nostalgia...
(Gloria Gervitz)





Sim: Stumbleine
Pelo: Analog Dog
Vestido: Kouse's Sanctum